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Justicia Federal

Vínculos sociales y corrupción: una caja de vino con 40.000 dólares entregada en un restaurante

El financista Fernando Whpei contó detalles de cómo llevaba dinero de una extorsión al juez Bailaque. Las relaciones fueron claves para sostener el negocio de los sobornos

 |  Germán de los Santos  |  Iceberg

En su casa de calle Santiago, el financista Fernando Whpei puso dedicación para decorar uno de los espacios más preciados de su hogar: un sum que tiene una pantalla gigante para ver los partidos de Newell’s y la barra de un bar, con un sillón Chesterfield de cuatro cuerpos. En una de las paredes laterales colgó una foto de Don Corleone, el personaje principal de El Padrino, interpretado por Marlon Brando. En ese lugar, según reveló el financista a los fiscales federales, se reunía a menudo con el exjuez federal Marcelo Bailaque, con quien había trabado una amistad a partir de la relación que mantenían sus esposas. Whpei no recordó la fecha exacta, pero dijo que el encuentro se concretó a mediados de agosto de 2019, cerca de las siete de la tarde. Newell’s le había ganado a Unión de Santa Fe 2 a 0, pero seguía último en la tabla, algo que los preocupaba a ambos, aunque el triunfo era alentador. Los tatengues eran un rival de peso, ya que estaban a cuatro puntos de Boca, el puntero.

Bailaque no estaba ahí para hablar de fútbol, sino de negocios. Aquellos que ambos entretejían desde hacía rato con el aparato del Estado, como era la justicia federal y la AFIP. El dinero brotaba de una estrategia que iba a contramano de cualquier trabajo convencional: “No hacer nada”. Bailaque le preguntó primero si conocía a Claudio Iglesias y a Jorge Oneto. Eran hombres de las finanzas, un rubro que en Rosario está teñido en su mayoría de oscuridad. Rosario tiene un sistema financiero paralelo aceitado y fuerte, que se consolidó a lo largo de las últimas décadas para canalizar la actividad de los agronegocios. Colaboró para que esto suceda el sistema económico argentino, con cepos y crisis recurrentes. Las “mesas de dinero” absorbieron también la plata narco y todo se mezcló. “Los conozco a través de un amigo”, respondió Whpei. El centro de Rosario hacía todo más fácil. De alguna manera, todos se conocían. Los círculos sociales son pequeños en la ciudad y generan cercanías que serían imposible en otro lugar, como Buenos Aires.

“Me está llegando una denuncia de la AFIP contra Iglesias y Oneto. Deciles que con 160.000 dólares se soluciona el problema”, apuntó el ahora exmagistrado sin rodeos, según contó Whpei en su declaración como arrepentido. Lo que iba a llegar al juzgado federal N°4 era una denuncia de la AFIP, que había surgido a partir de un anónimo trucho que decía que Iglesias y Oneto lavaban dinero de Los Monos. El director del organismo recaudador en ese momento, Carlos Vaudagna –otro de los arrepentidos-, era parte del ardid. El objetivo de la extorsión eran doble: obtener dinero y perjudicar a Iglesias en su carrera dentro de la compañía San Cristóbal Seguros. No se sabe aún para qué querían correr a Iglesias de esa empresa. “Viene de arriba”, es la frase que aparece permanentemente en los diálogos telefónicos de esta trama, en la que también está acusado un operador judicial de alto nivel, el escribano santafesino Santiago Busaniche. Bailaque le comentó a Whpei que esto “lo había pedido Busaniche”. “Entiendo que este hombre (exjugador de rugby de Santa Fe) tenía poder”, afirmó.

El desparecido restaurante Pampa, en Moreno y Mendoza / Google Maps

A mediados de octubre de ese año, Iglesias concurrió a la oficina de Whpei en Santa Fe y Sarmiento, en el Palacio Fuentes, donde funciona el Museo de la Democracia. Y pagó una primera cuota: 40.000 dólares. Whpei recordó el día que entregó el dinero a Bailaque. Fue el 1° de noviembre en el restaurante Pampa -en Mendoza y Moreno-, que cerró tras la pandemia. Se acordó de esto por una razón que tenía que ver con los rituales sociales de Rosario. Almorzaban a las 13.30 en ese restaurante el último día hábil de cada semana. Whpei puso los cuatro fajos en billetes de 100 dólares “cara grande” en una caja de vino de cartón. “De las baratas”, definió cuando le preguntó uno de los fiscales federales. Se encontró con el juez en el restaurante y dejó la caja en una silla. Era un lugar de confianza. Nadie iba a tocar nada.

Mientras almorzaban una carne a la parrilla, Bailaque sorprendió a Whpei al decirle que ese día habían allanado la oficina de Iglesias, su casa y la residencia de su madre. ¿Habían extorsionado a un financista al que le habían sacado una parte del dinero y lo habían traicionado? El magistrado le explicó que era parte del circo. “No va a cambiar en nada lo acordado”, dijo Bailaque. En realidad, las medidas que había tomado el juez eran para meter presión, interpretaron los investigadores. Pero Iglesias había abonado la extorsión antes. Esa tarde, Iglesias llamó a Whpei y le pidió explicaciones. “Creía que lo estaban cagando”, afirmó uno de los abogados. En el allanamiento, la Gendarmería había secuestrado más de 100.000 dólares.

Whpei le pidió que se quedara tranquilo, que había estado hablando con el juez y que le había dicho que le transmitiera eso. Sin disparos, ni mensajes escritos sobre un cartón, la maniobra era parecida a la que iniciaron a partir de 2018 Los Monos, cuando se dieron cuenta de que con el nombre –que inspiraba terror- podían obtener dinero fácil. Iban a un comercio o empresa, disparaban unos tiros en el frente, dejaban un cartel que decía “con la mafia no se jode” y después llamaban para cobrar por la protección. Era una maniobra clásica de la mafia, la misma que hacía Don Corleone, a quien Whpei le tenía adoración.

Whpei, Vaudagna y Bailaque, con el respaldo de Santiago Busaniche, habían ido más allá. Porque en ese llamado desesperado de Iglesias, el hombre que tenía las oficinas en el Museo de la Democracia le propuso que convocara al abogado de Rafaela, Guillermo Zenclusen. Le habían sacado plata de manera extorsiva -después de abrirle una causa por lavado de activos-, le habían secuestrado dinero y después le propusieron un abogado. La oferta tenía que ver con el control de la causa. Con ese letrado podían asegurarse que Iglesias no iba a sacar los pies del plato. No los iba a denunciar. Había otra razón, que tenía que ver con su socio: Jorge Oneto, que había estado preso por la megaestafa inmobiliaria que se gestó después de comidas en el mismo restaurante Pampa y otras en el quincho de la Torre Aqualina, que comercializaba Oneto.

 

“Con esa causa le sacaron fortunas”, apuntó un amigo del desarrollador y financista, que fue secuestrado en julio de 2021. La llegada de Patricio Serjal a la jefatura de la Fiscalía Regional de Rosario tuvo que ver con la neutralización de esa causa. Serjal fue condenado a nueve años de prisión a principios de noviembre por el cobro de sobornos.

En 2019, Iglesias les pagó a Bailaque, Whpei y Vaudagna 40.000 dólares. El próximo pago, según describió el financista, se produjo al otro año, y fueron 10.000. “Se hacían pagos escalonados por el proceso de la causa”, contó Whpei. Eso significaba que el caso estaba paralizado. La pandemia alteró todo y el tercer “abono” se concretó en setiembre de 2021, en la oficina de Whpei. En 2022, Iglesias paga “el saldo” de 25.000 dólares. “Cuando le voy a entregar la plata a Bailaque, me dijo que me lo quedara, porque tenía miedo de que encontraran la plata. Comentó que estaba siendo investigado por los fiscales Matías Edery y Luis Schiappa Pietra y temía que lo allanaran y le encontraran el dinero”, reveló Whpei.

La historia, en boca de Whpei, da un salto al 24 de mayo de 2023. “Festejé mi cumpleaños en el restaurante del Colegio de Escribanos”, sostuvo. Bailaque le propuso que le llevara “el saldo” a la fiesta. Whpei dejó un sobre con 25.000 dólares en el compartimento de la puerta del Mercedes Benz que tiene. “Le pedí a mi chofer que buscáramos a dos invitados que estaban en Puerto Norte y después a Bailaque. Cuando llegamos al Colegio de Escribanos no había lugar para estacionar, por lo que le dije a los invitados que bajaran y entraran, así nosotros buscábamos un lugar para dejar el auto. En ese momento le di el sobre a Bailaque, que lo guardó en su saco”.

Con ese dinero, según declaró Whpei, Bailaque compró un terreno en el country Vida, de Funes, que puso a nombre de su pareja. El tema no quedó ahí, porque Bailaque parecía insaciable. Le preguntó a su amigo si conocía al dueño de EDECA. Esa empresa constructora se había quedado con varios lotes como parte de pago por los movimientos de tierra que había hecho, confió. En el juzgado había caído una causa impositiva contra esa firma. Un expediente, para Bailaque, se transformaba en una moneda de cambio, en dinero. La constructora fue allanada hace poco más de un mes y se investiga si el magistrado cobró con un terreno a cambio de dictar un fallo favorable.