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Elecciones 2025: Abandonen toda esperanza aquellos que entren aquí

Una edición post comicios de medio término de este newsletter en el que somos levemente pesimistas

 |  Andrés Conti  |  Modo avión

1 El último día de 2023 escribí esto: “Hace rato que me di cuenta por qué me gustan las cosas que me gustan. Son comidas, edificios, ropa, herramientas y máquinas construidas o, fundamentalmente, diseñadas y pensadas para durar mucho tiempo. Ojo, son productos industriales -no artesanales, ni de lujo, ni obras de arte, que es un mambo distinto- creados para el consumo masivo, a precios razonables. Quienes los fabricaron y los imaginaron tenían fe en que el futuro iba a ser mejor que el presente o el pasado, y por ahí pasa mi idea subjetiva de belleza”.

“Pasé mis 50 años en esta tierra acumulando esas cosas. Rodeándome de esas cosas. Mi casa de pasillo es un testimonio de eso: un artefacto hecho para durar, lleno (repleto) de artefactos hechos para durar. Todos son el producto de trabajadoras y trabajadores, empresarios y empresarias, que creían en un futuro colectivo mejor. Como mi cafetera Volturno. Como la mesa de madera que heredé de mi abuela, la que usaba para hacer los fideos. Como las remeras Neser de algodón que al tercer lavado ya tienen la textura gastada de lo casi eterno. Como mi bicicleta de tubos de acero sin costura y componentes japoneses de cuando Japón producía cosas baratas e indestructibles. Como los frascos de pepinos HorVinDul que compro en la vinería de calle Rondeau”.

“Bueno, resulta que ya nadie cree que el futuro será mejor. El horizonte es la extinción a causa del propio sistema que nos rige. Lo que sí existen son sueños individuales, personas que creen que mañana estarán mejor porque van a ganar el Quini o la van a pegar con algún negocio legal o ilegal. Y eso se nota en la mayoría de las cosas que se hacen hoy de manera masiva e industrial, que son horribles porque no tienen futuro. Me da mucha paja vivir en un mundo, en un país, en una ciudad, donde lo único que nos queda es pensar en salvarnos individualmente. No sé si tengo ganas de seguir intentando cambiar el destino pero sí sé que me voy a aferrar más que nunca a mis cosas con futuro y construidas para durar porque yo también, creo, fui hecho de esa manera. Tengo una fe muy pelotuda en que esas posesiones que me rodean me van a transferir sus cualidades”.

2 Después de años de autoexilio, estos tres párrafos fueron lo primero que escribí destinado a lo que llamamos “discurso público”, que es todo lo que sucede fuera de la conversación privada, ya sea en una red social personal o en un medio de comunicación masivo, sin importar si llega a una o a miles de personas. El estado del oficio que aprendí en mis primeros años de vida laboral -el periodismo, ponele- me hizo perder la fe en el único aspecto de mi vida que sentía que podía controlar: analizar algo, tratar de entenderlo e intentar explicárselo a la mayor cantidad de gente posible, con las herramientas que uno mejor maneja. No puedo decir que no lo haya probado todo: me vacié. Pero fracasé siempre, más allá de alguna victoria circunstancial.

Sin saberlo, ese día de finales de diciembre de 2023 empezaba el camino que desemboca acá, en un intento más de tratar de entender algo para explicarlo con mis humildes herramientas, a pesar de todos los fracasos anteriores.

La puerta del Infierno del Dante, por William Blake / Fuente: Wikimedia

3 “Abandonen toda esperanza aquellos que entren aquí”, se leía en la entrada del Infierno según Dante Alighieri. Bueno, si siguen leyendo van a tener que hacer lo mismo. Los tres párrafos que cito al principio los escribí al poco tiempo de la asunción de Javier Milei como presidente de nuestro país. Desde entonces hasta hoy, el primer mandatario no ha hecho más que cumplir casi todo lo que prometió. No hablo de la inflación -que efectivamente logró bajar-, ni de la suba de los salarios en dólares -que fue más que nada una interpretación inocente de algunas minorías-. Me refiero a la promesa de destrucción de “lo anterior”. Y cuando escribo “lo anterior”, lo hago sin pretensión histórica, ya que vivimos en un presente continuo en el que los hechos del pasado sólo son memoria individual, recuerdos de la experiencia personal o de familiares directos. Pero pongámosle el nombre que quieran a eso: peronismo, kirchnerismo, justicia social, casta, colectivismo, progresismo woke, sindicalismo, estatismo, zurdaje de mierda, socialismo o comunismo (?). Uno de los mayores logros comunicacionales del gobierno -y del aparato mediatico que los sostiene- fue agrupar todo esto en una misma y amplia bolsa que excede al gorilismo tradicional, ya que incorpora a otros colectivos e ideologías. En ese mismo sentido, tampoco sirve mostrar fracasos anteriores de las políticas económicas que impulsa la actual gestión, ya que la idea impuesta es que no triunfaron entonces porque no lo hicieron sobre la base de la destrucción de “lo anterior”.

4 Parece que entre un 30 y un 50 por ciento de los votantes de nuestro país están seguros de algo: no quieren nada de eso que está en esa bolsa que mencionamos en el párrafo previo. Ya meterse en las razones de por qué no lo quieren escapa a mis capacidades: argumentos tienen de sobra, la complejidad de ese electorado diverso es alta y es evidente que no recibieron las respuestas pretendidas.

Uno de los objetivos que nos pusimos cuando creamos Iceberg es ser conscientes de nuestros límites. Que yo tenga una opinión y que en privado la exponga no quiere decir que posea el conocimiento necesario y los datos que la respalden para trasladarla a la esfera de lo público. Así que no voy a entrar en eso.

Lo que sí puedo decir es que el gobierno de Milei ha cumplido el contrato de destrucción de “lo anterior” firmado con ese porcentaje de la población en 2023. Y lo que todavía no pudo destruir no es porque no lo haya intentado con todas sus fuerzas (que a partir de esta semana serán más poderosas que nunca). Entonces, si lo analizamos de esta manera, lo sucedido en las elecciones de medio término del pasado domingo 26 de octubre no puede ser calificado de sorpresa.

5 El resto de los argentinos que no creen que haya que destruir todo para alumbrar lo nuevo, claramente, no tiene muchas ideas en común sobre qué hacer hoy, ni qué vale la pena salvar del accionar de este ángel exterminador que ha venido a preparar nuestro suelo sobreexplotado como si fuera un Roundup desmalezador, para luego sembrar directamente en su rastrojo las bases de la nueva Argentina. Vaya uno a saber cómo será y a quienes incluirá ese futuro.

6 Entonces, no voy a descubrir nada si digo que les falta a los que se oponen al modelo actual una idea vendible de futuro común mejor que este presente y que aquel pasado. Es imprescindible.

7 Eso sí: nada de lo que sucede hoy sería posible sin los algoritmos de las redes sociales, sobre todo desde que dejaron de mostrarnos el termo en el que queremos vivir para presentarnos una curada selección de cosas que odiamos y amamos profundamente para provocarnos. Cualquier intento por complejizar la discusión (que es anterior a internet, no lo negamos) es destruido por el poder del bardeo.

8 Pero, hete aquí, a diferencia de otros momentos de mi vida, y mientras el glifosato político, social y económico me lo permita, yo voy a seguir haciendo esto. ¿Por qué? Porque ahora existe Iceberg, un proyecto que el jueves 23 de octubre pasado, tres días antes de las elecciones, festejó su cumpleaños como corresponde. Gracias a la generosa invitación de quienes crearon el Centro Cultural Contraviento (Rodriguez 721) pudimos invitar a los suscriptores que aportan económicamente al proyecto, a los sponsors y a los colaboradores a pasar un momento agradable. Por lo menos para nosotros fue agradable😏: escucharon con atención y respeto nuestras hipótesis alocadas sobre la realidad, nos felicitaron y nos dieron ideas para lo que viene. Incluso no se enojaron cuando los bardeamos ni cuando Germán de los Santos llegó tarde porque tuvo que cubrir el cierre de la campaña de Milei.

Lo que pasó hace una semana es lo que nos impulsa a mejorar, a buscar cosas nuevas, a seguir haciendo lo que aprendimos a hacer y creemos que podemos controlar, aunque las circunstancias nos demuestren lo contrario. Los dejamos con las fotos de ese momento de felicidad y los invitamos a formar parte de esto, como quieran y como puedan. La semana que viene volvemos a nuestra programación habitual.


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